Los ángeles
no beben agua
beben el fuego
yaciente
en la sangre
que corre
hacia
las palabras
que engullen
la existencia.

Una explosión
separa al objeto
del cráneo

la gravedad
hace el resto

Es el final.

Las hojas caen
cortando el aire
como las palabras
al espíritu.

Camino la
solitaria
oscura
larga
calle

¿Me pertenece algo además
de la música que suena
a través de la distancia?

El viento embiste
y los parpados
no pueden
no quieren
cerrarse.

Este mundo es frágil
como la humedad
de la tierra
en un día de verano

por eso los árboles
forman la selva

Debemos
resguardar el sueño
nada hay fuera de él
porque el espíritu
aún aborrece
el vértigo.

Salimos de nosotros
regresamos a nosotros
no encontramos donde
cavar

mientras

el poste se yergue
orgulloso, firme
en contraposición
a la luna
que yace donde
nunca nadie podrá
alcanzarla.

Nos elevamos

como cayendo

atraídos

por lo

intocable.

¿Por qué la luna,

en su lienzo

difuminado,

exalta la necesidad

de crear escenarios,
adjetivos, sustantivos,

para designar
todo aquello

que sólo el ojo

puede contener?

Alas

crecen

rasgando

la mortalidad.

Las nubes
se levantan
formando
un mar
oscurisimo
sobre aquel
otro
que es
tan claro
como el
cristal

muro,
sostén

único
camino
a la
diminuta
luz
que yace
parpadeando
como un faro
sobre toda
esta
existencia.

Saborear la espesura

habitar una estrella

poseer el cielo

tragar luz

mi alma
se ha
inmolado
tanto
por el sueño...