Miré al vidrio
y encontré
a mis ojos
atravesando
espesuras
intactas

buscando su
casita en el bosque.

Miré. Sólo miré.

Hoja en blanco

Tu lengua
quema mi cuerpo
que desnudo
busca la lluvia
en tu piel.

El tiempo
movimiento
sutil
imperceptible
nos aleja
de los lugares
que nunca
dejamos de
habitar.

Caer

l

e

n

t

a

m

e

n

t

e

sobre
el nombre.

Bajo eso:
nada.

Más abajo:
nosotros
contemplando
el ir y venir
de las cosas.

La noche
se desangra
en nosotros.

Tengo miedo de mí
dices
mientras evitas
abrir la puerta

A Maturín

la ciudad distinta

Yo no conozco ese pasado
que la mata de mango
me susurra con su sombra
y que el viento me muestra
cuando se pasea por las calles
de esta ciudad
que grita su sentimiento
su lamento
su añoranza
a través de las avenidas,
de su gente,
del rehusar recordar
aquello que le fue tan
suyo
característico
inherente
y ahora arrebatado
por un devenir
incierto
como este
poema tembloroso.

Tal vez
en ese ahogo
en esa grisácea flor
yace un monumento
al sueño perdido

belleza que habita
entre los matorrales
y el monte
al pie de la
carretera

tal vez,
me digo,
mientras recreo
el porqué
y el cómo.

Soy un monstruo
de esos que
desatan las olas
cuando tú,
desprevenido,
observas
el sol
el horizonte
la nada desplegándose
como una bella
y tierna carencia.

A A.V.

¡Pero la noche!
¡Pero el día!
¡Ay!
¡ay!
¡ay!
¡se me caen las
palabras!

I

Mi cuerpo
abandonado
en el claro
de un bosque
siendo reclamado
por el cielo
estrellado
que tanto
observó.

II

La noche
es el lugar
silencioso
donde nos
sentamos
junto a
nosotros
mismos.

¿Quién es ese
que con tanta
prisa
se dirige
al horizonte?

Luego que desnudamos
                vislumbramos

la cama nos llama

el aire nos busca

la oscuridad nos reclama

la comodidad, el beso,
el cálido abrazo
del por siempre

qué importa
si esto que digo
no es
o
se esfuma

qué importa
si me detengo
...a nada.

No hay
abrazo
más cálido
que el del
muro frío.

I

Recordar tu mirada,
ese espectro que
bajo el sol
se disuelve
para encarnar
mi nombre.

Recrear tu figura
que tan sutilmente
encierra a los monstruos
que arrancan pedazos
de quién sabe qué.

Y, sin embargo,
subir tan alto
para caer
despavorido
amnésico
sobre tu voz.

II

Descubrir lo que es la oscuridad a tu lado
ese es el secreto de toda fricción ardiente.