Pequeñas chispas de fuego en la oscuridad. Revolotean en el misterio cautivando la fantasía de toda imaginación, como esporas en el aire se extienden... Se eternizan, flotan en libertad, hacen preguntar y dudar. Tan maravillosas y tan duraderas, sin embargo tan efímeras. Hadas en la pradera.
Los sonidos hacen lo mismo, a la distancia, entre la lluvia, atravesando la tormenta... Junto a los rayos de sol retenidos al otro lado de la nube, ellos retumban entre la gris espera. Cautivando. Rompiendo los rayos que caen e incendian a los arboles indefensos. ¡Que mágico proceso!
La luna nace,
Andante, al ritmo sollozante
Los monstruos nacen,
Corren entre el prado interminable,
Crecen y juegan
Seres desconocidos.
El hombre se aventura a la gran cueva,
Sale de su habitación para entrar
Bajo un techo abovedado, gigante
Lleno de brillo sin igual,
Algo desconocido
Son los Dioses de la última olimpíada.
La paz de la luna cubre a las animas,
Suaves petalos de rosas bañan la mañana.
El baile de las ninfas da la bienvenida al día,
El rostro de longevidad aguarda escondida, escondida.
Así es como nace una tradición. De la luz a la oscuridad. Del segundo al eon, y se transforma a su contraposición. ¿Que seria el ser sin el no ser y el placer de lo que es y será producto de lo que no es? Que termina siendo un sueño, que también es. Queriendo decir así que todo es en la misma medida que no es. El sueño y la realidad, al final, las diferencias se funden junto al rocío de este sobrio domingo en la tarde, las hadas lo olvidaron y los duendes se aventuraron. El hombre explica y escribe. El pasto sigue mojado, al igual que el entramado.
Al terminar la lluvia sales de tu hogar a caminar entre los parajes del humano. Escuchas a los renacuajos a la distancia, que de pronto están a tu lado, aun las gotas caen de las ramas... Las hojas aun mojadas cantan, las aves nacen del frío esperando a su madre y su cálido abrazo, siguen añorando, siguen amando, siguen en su regocijo de efemiridad. Lo hacen como si nunca hubiera existido un sol o infelicidad... Todo eso bajo la oscuridad, todo eso bajo la grisácea apariencia de un día que desde su amanecer se va. Escurriéndose desde siempre. Fluyendo por siempre.
Las hadas de la costa y las torres de marfil.
Donde las sirenas se sientan en las piedras a partir.
Mi alma saturada, fragilada de mármol
Esperando tarde profundo en un pantano
El sol brilla y se deja llevar
La dama luna lo espera sin cesar
Forman una danza eterna, un gran amor celestial.
Las damas estrellan celebran, ebrias de esperanza
Aun estoy en la plaza junto a la Dama Mangua
Juntos hablamos, Jupiter se nos acerca
Y juntos creamos una hermosa acapella.
Son la esperanza y el amor los que crean esta canción
El hilarante delirio de un idilico sueño
Una profunda costa oceánica lejana en lo inimaginable.
Un mar concebido con profunda felicidad.
Todo empieza, vuelve a comenzar
Son los cantos eternos de las aves sujetas allá.
Se acelera, la obra esta por terminar
Un ritmo celestial a los pies de la eternidad.
Padre Jupiter se acelera,
A la dama esta por tomar.
Una danza a los pies de la nada y la eternidad.
¡Bailemos una vez mas en las hondonadas del nunca jamás!
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