Cuando mis letras ya no ardan,
cuando las gesticulaciones apropiadas
y los contornos precisos, hermosos
sólo sean un recuerdo, un mal sueño
regurgitación de la realidad más eclipsada;
cuando el vacío no sea vacío
ni lo extenso sensible,
desconocido,
cuando la oscuridad cese
de infiltrarse a través de mis células,
mi rostro mudará de piel,
cambiará su máscara,
será real.
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