He formulado tantas veces mi nombre...
He anunciado tantas veces el reino,
he esperado incontables siglos la llegada,
he desesperado, he visto
en millones de segundos
la posibilidad de la ruptura del cansancio.
Levántate, alma mía
las ruinas del templo que es tu cuerpo
son sólo una cadena oxidada
que espera el gemido del viento
para desquebrajarse.
Somos, él y yo,
una voz impronunciable
destruida, inadjetivable
vacío y oscuridad
exceso de imágenes y evocaciones
extinguida por el movimiento
de la eternidad.
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