Entierran sus restos en mi cadáver
al ritmo de los lamentos de una biblia sin nombre.
El bosque es desahuciado por los desconocidos,
mientras la luna gime; su luz cubre
tal hermosa escena con cantos;
cantos que hipnotizan
versos que paralizan la sangre,
acarrean animas a cruzar todo limite.
Sin termino, son capaces de cruzar las fronteras
mientras sus rostros son despedazados por tiempo
y palabras. Palabras y verdades.
Sus cuerpos son atravesados por la espada.
Luego es coronada y despojada,
aprisionada en mi cadáver
para así ser ungida y santificada.
Santa. Santa espada,
bendecida por luz pálida y
lágrimas ambiguas de luna.
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