domingo, 29 de abril de 2012

Una sensación en las entrañas de mi pecho anuncia el llamado a evocar la luz de luna entre los pétalos yacientes dentro de las palabras.

Una fiebre espectral anuncia la apertura de la flor que irradia desde las profundidades del infierno el contorno del poema.

Los colores despiertan, acariciados por el dulce cantar de las ninfas de lo inexpresable.

Lógica inmaterial; patrón racional

Recuperar lo que es mío... A través de la destrucción de lo cohibido, refugiado en lo prohibido por placentera voluntad.

Verso tras verso, línea tras línea, palabra por palabra, inexistencia por inexistencia, elemento por elemento, punto por punto, hasta llegar al lugar indicado bajo la estrella más lejana: santuario de peregrinaje transmutado por el fuego de los deseos, coloreado por las matices del cambio. Ese lugar olvidado, reconstituido por recuerdos nublados por un sol de calidez infantil; regresar será como una hecatombe para los ubicuos, la materialización del miedo que los ha ahorcado desde su nacimiento.

Ciego: reconstruyendo a través de los sentidos lo perdido en la ávida maraña del continuo destino.

(sin nombre ni rostro
me anuncia, con voz taciturna
que no se detendrá.
Existiría cualquier cosa,
más no un final.

Ella conoce mis caminos,
invoca la luz que enciende mi corazón.
Ella toma posesión y los asesina
a través del desconocimiento y el silencio.
Pues es lo que merecen:
maldiciones y desconocimiento.
Silencio. Un silencio mortal.)

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