La noche me cubre sigilosa, silenciosa. La madrugada oculta el brillo de mi deseo. Las sombras son mis cómplices.
Lo hundo tan profundo que lo separa. Dulce agonía del corazón sin retorno, que muere deshaciéndose en el aire. Mente y cuerpo han sido separados.
Al fin -me dije- al fin este ruido, que me ha atormentado desde mi nacimiento, cesó. Perdoname. No quise asesinarte. Nunca me diste razones para no hacerlo.
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